EN EL POSCONFLICTO LOS
BOSQUES CAEN
Por: Álvaro Calonje y Juan F Conde
Con la desmovilización de los paramilitares y el
repliegue de la guerrilla han quedado despejadas áreas de bosques en diversas
áreas del país. En muchos lugares del territorio nacional la frontera de la
deforestación y de la destrucción se está moviendo. Las motosierras y los campamentos
improvisados están abriéndoles espacios a las vacas en medio de
pendientes imposibles. También sucederá en el postconflicto con la desmovilización
de la guerrilla, y a las autoridades les pedimos, les suplicamos que actúen.
La inclusión de ganado vacuno en el bosque
nublado genera problemas muy serios. La erosión, la destrucción de fuentes de
agua, la compactación y la pérdida de capacidad de los ecosistemas para captar
agua son el camino a la destrucción permanente de las fuentes hídricas de
nuestras ciudades y pueblos. La minería nos obliga a consumir agua
con arsénico, mercurio y cianuro. En Cali la que fue un agua pura y
cristalina hoy llega con residuos de metales pesados que al ingerirse generan
serios problemas de salud como consecuencia de la minería ilegal en Los
Farallones de Cali.
En un país como Colombia que tiene un cuatro por
ciento de todas las plantas del planeta, los bosques que van a destruir guardan
muchas cosas que no conocemos y que se perderán para siempre aparte de las que ya destruyeron y no conocimos. Para ilustrar el
caso, Colombia tiene treinta y seis especies de magnolias, la mayoría
desconocidas, y severamente amenazadas. Magnolia
mahecha que podíamos ver fácilmente cerca a Cali se la encuentra cada
vez menos, Magnolia wolfii de Risaralda solo
existe en tres poblaciones pequeñas, Magnolia
arcabucencis es prácticamente imposible de encontrar en Boyacá. En la
familia de las cicadáceas con 20 especies, Zamia
montana se encuentra en relictos muy pequeños y con contados individuos.
Zamia wallisii se encuentra reducida a una
población. En los helechos arbóreos, Antioquia tiene muchas de las noventa especies
de Colombia pero en ese departamento los bosques desaparecen con inusitada
rapidez.
Muchos de los suelos del bosque nublado son
arcillosos, tienen un alto contenido de materia orgánica y una capacidad de
retención de agua muy alta, son en esencia muy pantanosos y las vacas terminan
con los cascos podridos.
El Páramo de Chingaza que era incendiado religiosamente
todos los años hoy está protegido y regenerado pero muy pocas de las orquídeas
nativas han regresado. En una reciente visita solo se detectaron cuatro
especies donde debía haber muchas más.
En las deforestaciones recientes en muchos sitios
de Colombia ni siquiera los cauces de los ríos son respetados. Los
colonos y los invasores no dejan la franja protectora de treinta metros a
lado y lado de árboles –bosque, o naturaleza- a lo largo de los cauces de los
ríos. La mentalidad extractiva prevalente y la falta de conciencia son
situaciones que es necesario cambiar con la educación de los niños. La ambición
a costa de lo que sea hay que combatirla con voluntad política, rigor y presencia
estatal no corrupta.
Todos presenciamos como a lo largo de muchos meses
el río Dagua fue destruido y el derecho al trabajo y a la corrupción prevaleció
frente al bien común. Estamos paralizados viendo hacer lo mismo con el río
Pichindé que es la mitad del río Cali. –www.elpais.com.co/riocali-
No se entiende por qué al Estado le toma tanto
tiempo detectar la presencia de treinta o cuarenta retroexcavadoras en
determinados sitios.
Colombia fue bendecida por la magia de un arco iris de mil montañas y muchos ecosistemas. Los colombianos no estamos cuidando de la heredad que les debe corresponder a nuestros hijos.