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lunes, 22 de septiembre de 2014

EN EL POSCONFLICTO LOS BOSQUES CAEN

Por: Álvaro Calonje y Juan F Conde

Con la desmovilización de los paramilitares y el repliegue de la guerrilla han quedado despejadas áreas de bosques en diversas áreas del país. En muchos lugares del territorio nacional la frontera de la deforestación y de la destrucción se está moviendo. Las motosierras y los campamentos  improvisados están abriéndoles espacios a las vacas  en medio de pendientes imposibles. También sucederá en el postconflicto con la desmovilización de la guerrilla, y a las autoridades les pedimos, les suplicamos que actúen.
La inclusión de ganado  vacuno en el bosque nublado genera problemas muy serios. La erosión, la destrucción de fuentes de agua, la compactación y la pérdida de capacidad de los ecosistemas para captar agua son el camino a la destrucción permanente de las fuentes hídricas  de nuestras ciudades y pueblos. La minería nos  obliga a  consumir agua con arsénico, mercurio y cianuro.  En Cali la que fue un agua pura y cristalina hoy llega con residuos de metales pesados que al ingerirse generan serios problemas de salud como consecuencia de la minería ilegal en Los Farallones de Cali.

En un país como Colombia que tiene un cuatro por ciento de todas las plantas del planeta, los bosques que van a destruir guardan muchas cosas que no conocemos y que se  perderán  para siempre  aparte de las que ya  destruyeron y no conocimos. Para ilustrar el caso, Colombia tiene treinta y seis especies de magnolias, la mayoría desconocidas, y severamente amenazadas.  Magnolia mahecha que podíamos ver fácilmente cerca a Cali se la encuentra cada vez menos, Magnolia wolfii de Risaralda solo existe en tres poblaciones pequeñas, Magnolia arcabucencis es prácticamente imposible de encontrar en Boyacá. En la familia de las cicadáceas con 20 especies, Zamia montana se encuentra en relictos muy pequeños y con contados individuos. Zamia wallisii se encuentra reducida a una población. En los helechos arbóreos, Antioquia tiene muchas de las noventa especies de Colombia pero en ese departamento los bosques desaparecen con inusitada rapidez.

Muchos de los suelos del bosque nublado son arcillosos, tienen un alto contenido de materia orgánica y una capacidad de retención de agua muy alta, son en esencia muy pantanosos y las vacas terminan con los cascos podridos.

El Páramo de Chingaza que era incendiado religiosamente todos los años hoy está protegido y regenerado pero muy pocas de las orquídeas nativas han regresado. En una reciente visita solo se detectaron cuatro especies donde debía haber muchas más.

En las deforestaciones recientes en muchos sitios de Colombia  ni siquiera los cauces de los ríos son respetados. Los colonos y los invasores no dejan la franja  protectora de treinta metros a lado y lado de árboles –bosque, o naturaleza- a lo largo de los cauces de los ríos. La  mentalidad extractiva prevalente y la falta de conciencia son situaciones que es necesario cambiar con la educación de los niños. La ambición a costa de lo que sea hay que combatirla con voluntad política, rigor y presencia estatal no corrupta.

Todos presenciamos como a lo largo de muchos meses el río Dagua fue destruido y el derecho al trabajo y a la corrupción prevaleció frente al bien común. Estamos paralizados viendo hacer lo mismo con el río Pichindé que es la mitad del río Cali. –www.elpais.com.co/riocali-

No se entiende por qué al Estado le toma tanto tiempo detectar la presencia de treinta o cuarenta retroexcavadoras en determinados sitios.

Colombia fue bendecida por la magia de un arco iris de mil montañas y muchos ecosistemas. Los colombianos no estamos cuidando de la heredad que les debe corresponder a nuestros hijos.

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